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¿Cómo ha podido suceder?

Una reflexión sobre el paso del tiempo

Hay momentos determinantes en la vida en los que suceden acontecimientos o experiencias que marcan nuestra existencia. En algunos de ellos ni siquiera somos conscientes de la importancia que tienen en nuestro desarrollo vital, de manera especial en los que nos ocurren en periodos más juveniles. Con la experiencia que vamos adquiriendo cada vez tenemos más capacidad para reconocer los momentos que marcan nuestra vida, la clarividencia para determinar la importancia fundamental de lo que nos ocurre. De todas maneras, no siempre sucede así y hay determinados momentos en los que nos damos cuenta de nuestra situación o de los cambios de nuestra vida una vez que estamos inmersos en ellos y entonces, sólo entonces, podemos reconocer cuándo, cómo y por qué estamos en esa situación. 



Uno de esos momentos es aquel en que se toma conciencia de que el paso del tiempo marca una nueva etapa en la vida, pasando de la madurez a una nueva situación que, en cada caso es distinta, y que cada uno acepta a su manera, toma decisiones o se rebela ante ella, según las circunstancias. 
Dos referencias, cada una en un sentido distinto, acompañan a esta entrada. Un texto de Elías Canetti y un monólogo de El caballero de la rosa de Richard Strauss. Tomarte la vida, según las circunstancias, como una oportunidad para dar paso hacia adelante o como un momento en que sientes que se marca una nueva etapa que se dirige hacia el comienzo del fin.



Nacido en Bulgaria, judío de origen sefardí, Elías Canetti pasó su vida entre Inglaterra, Suiza o Alemania desde comienzos del siglo XX hasta su última década. Como muchos de los intelectuales de su época, fue una persona cuya vida y obra transcurren entre la multiculturalidad, el plurilingüísmo, la crueldad de las guerras que marcaron la primera mitad del siglo y el desarraigo que le llevó, como a tantos, a la búsqueda de su lugar en el mundo. Hizo del español, por su origen sefardí su primera lengua (el apellido original de su familia era Cañete, residentes hasta su salida de España en Cuenca); del inglés la lengua que le dio la nacionalidad, que recibió como ciudadano británico en la década de 1950; y del alemán su lengua literaria, aquella en la que escribió toda su producción. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1981 por "su profundo sentido artístico, su pacifismo y la descripción del nazismo y el exilio", siendo un autor poco conocido entonces por el gran público. Dedicó años de su vida al estudio sobre las masas y la relación con el poder bajo el título Masa y poder con el que pretendía "coger por el cuello al siglo XX", mientras dejó escritos por cuadernos anotaciones y apuntes que recogían miles de aforismos, fragmentos de escritos y sentencias.
En el siguiente enlace puedes seguir parte de su biografía en un interesante estudio de Tomás Albadalejo: Elías Canetti: vivir en la lengua
De su inclasificable obra La provincia del hombre que recoge las anotaciones que realizó en sus cuadernos a lo largo de los años que van de 1942 a 1972 está extraído el texto que acompaña e este post. En él Canetti plantea, con determinación, el camino a seguir en un nuevo inicio vital.




































 En 1911 se estrenó en la Ópera de la Corte de Dresde Der Rosenkavalier (El Caballero de la Rosa) una obra en la que Richard Strauss da un giro a su producción dramática anterior que venía precedida por obras tan distintas y distantes en lo argumental y en lo formal como Salomé o Electra. Con El caballero de la rosa, Strauss quiso hacer una ópera al estilo de las de Mozart en la que fue fundamental el libreto de Hugo von Hofmannsthal. La colaboración entre ambos produjo una obra de una gran elegancia, en la línea de la comedia vienesa, con personajes que dejan huella, como el zafio barón Ochs de Lerchenau, La Mariscala y unos jóvenes Octavian (interpretado por una mezzosoprano, como el Cherubino de Las bodas de Fígaro) y Sophie.
De todos ellos, en esta entrada vamos a dedicar nuestra atención a La Mariscala, uno de los personajes más maravillosos y conmovedores del universo operístico. La princesa Werdenberg, más conocida como Die Feldmarschallin (La Mariscala) por haberse casado con un mariscal imperial, es una bella aristócrata más próxima a los treinta que a los cuarenta años, cuyo actual amante es el joven Octavian. Al final del primer acto se va haciendo consciente de la experiencia del tiempo, la conciencia de envejecer, que desde ese momento va impregnando la obra de una agridulce nostalgia. En un monólogo al final del primer acto se acaba preguntando sobre el paso del tiempo Wie kann denn das geshehen? (¿Cómo ha podido suceder?) Wie macht denn das der liebe Gott? (¿Cómo lo consiente Dios?). Y si no puede hacer nada por evitarlo, se sigue preguntando, ¿por qué consiente Dios que me dé cuenta de ello con tanta claridad? Si ella no puede detener el paso del tiempo, La Mariscala decide adelantarse al tiempo y renunciar de forma voluntaria a su joven Octavian antes de que sea la vida quien se lo arrebate. 




 No se trata, como en La Traviata de un Adiós a la vida, sino más bien, es una decisión tomada con la ligereza y la gracia de una aristócrata vienesa, "un ojo triste y el otro alegre".
No es una pieza que tomada fuera de la acción dramática sea brillante y efectista como otras, pero tiene la fuerza de la reflexión, de caer en la cuenta del momento en que se encuentra y ella, que en su vida no conoció el verdadero amor, guía a su joven amante con una sensibilidad y delicadeza incluso hasta llegar a amar el amor de Octavian por Sophie.

El enlace es una versión histórica de 1960 con la dirección de Herbert von Karajan y la interpretación de Elisabeth Schwarkopf, la soprano alemana que con más elegancia ha sabido llevar a la escena, e incluso hacer suyo, el papel de La Mariscala.




 



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