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Si. Coge la rosa, deja la espina

Hay obras que no sólo recrean un mundo, una situación, un sentimiento o un personaje, sino tienen un sentido didáctico, que buscan dirigirlo a quienes las disfrutan con consejos, ideas o indicaciones. Entre estas creaciones podemos situar las fábulas, obras como la Divina Comedia, las imágenes de cuadros y esculturas del barroco o escritos de autores de la Ilustración y la Enciclopedia francesa.
Dos creadores que no nacieron en Inglaterra, pero son considerados exponentes de la cultura inglesa, nos acompañan en esta entrada del blog. El escritor Rudyard Kipling, nacido en la India que nos acerca uno de sus poemas y el compositor de origen alemán Händel con una de pieza perteneciente a una de sus primeras obras.


Nacido en Bombay a finales de 1865 durante la etapa del imperialismo inglés, Joseph Rudyard Kipling fue el primer premio Nobel de literatura inglés, el más joven que lo consiguió hasta entonces, ya que al recibirlo contaba con cuarenta y dos años de edad. Además, rechazó otros galardones como el Poet Laureat (Poeta laureado), la Orden del Mérito del Reino Unido o el título de Sir como Caballero de la Orden del Imperio Británico, éste último rehusado en tres ocasiones.



Reconocido como autor de novelas, poesía, relatos e incluso cuentos infantiles, su vida transcurrió en su India natal hasta que con seis años sus padres lo enviaron a estudiar a Inglaterra. Su estancia en Southsea fue una experiencia traumática que narró en La oveja negra. A su regreso a la India pasó a colaborar para un periódico de Lahore como editor y escritor de relatos, fue haciéndose un nombre como narrador de la vida de los ingleses en la India y su identificación con la tierra y las costumbres del país. Deambuló por el este de Asia, Australia, Sudáfrica y Estados Unidos donde se casó y se instaló por unos años. Allí comenzó a gestar uno de los libros que más fama le han dado, The Jungle book (El libro de la selva o de las tierras vírgenes), tantas veces llevado con mayor o menor fidelidad al cine. 
Escritor enormemente famoso en vida, su producción se centra en torno al patriotismo, el deber de los británicos y el destino de Inglaterra como un gran imperio, lo que hizo que tras la I Gran Guerra su reputación como escritor se viera perjudicada y comenzara a decaer su influencia.



En 1909 Kipling publica Rewards and Fairies (Duendes y hadas) que incluye su poema más conocido If (Si). Inspirado, según se cuenta, en el carácter de varios amigos, está escrito en tono paterno y dirigido a su hijo John. El drama de Kipling, que alertó al rey George V de la proximidad de una guerra entre las grandes naciones, le llega cuando John se alista en el ejército en la Gran Guerra y muere a los 18 años en la primera batalla en la que participa. 
De todas formas, hay algunas obras suyas que han pasado el filtro de los años, son reconocibles y han sido llevadas a la gran pantalla como la citada The Jungle Book y su continuación The second Jungle BookKim de la IndiaCapitanes intrépidos o El hombre que pudo reinar y otros cuentos.

De este poema se han realizado algunas grabaciones que caminan por la red, especialmente Youtube. Enlazo con una de ellas con la voz de Tomás Galindo en su canal de esta red social.


Un músico alemán como
Georg Friedrich Händel, nacido en Halle, localidad cercana a Leipzig terminó convertido en uno de los más grandes músicos del barroco... de Inglaterra. Hijo del cirujano de cámara del Duque de Sajonia-Weissenfels, aprendió a tocar a escondidas en la buhardilla de su casa, ya que, según su familia, le correspondía estudiar derecho. Una visita del Duque en la que interpretó el órgano durante una celebración hizo que éste se fijara en sus cualidades y convenciera al padre para que tomara clases. 
No sólo practicó este instrumento, sino que también aprendió a tocar el violín y el clavicémbalo, además de copiar innumerables partituras de autores alemanes e italianos. Durante toda su vida practicó este hábito de recurrir a distintos estilos, adueñarse de pensamientos musicales tanto propios como ajenos, reutilizarlos, hacerlos totalmente suyos y darles una nueva vida.
En otra ocasión trataré el tema de la reutilización de materiales propios en autores como Händel.
Buscando desarrollar sus facultades viajó y trabajó en Hamburgo, Florencia, Roma, Venecia o Nápoles donde conoció la naciente ópera y a los grandes compositores de la época: Scarlatti, Caldara, Vivalvi o Albinoni. Varios años después volvió a Alemania como maestro de capilla del Elector de Hannover para viajar a Londres en 1712, donde se quedaría hasta el final de su vida, reclamado por el rey George I (el conocido elector de Hannover) y llegándose a convertir en ciudadano británico. 
El rey George I calmó sus ansias viajeras, le fijó un elevado sueldo anual de 600 libras, acordó que surtiera al King's Theatre de óperas italianas, llegando a componer 14 en nueve años. 
La producción de Händel abarca cuarenta óperas, una treintena de oratorios y un elevado número de composiciones instrumentales que pasan de las 600 obras, un número superado por pocos compositores como Telemann o Bach
Händel no es un compositor que lleve innovaciones al mundo musical, pero supo llevar a su máximo esplendor la música del Barroco con aportaciones inspiradas en los estilos de otros compositores. Oratorios como Alexander's Feast, Israel en Egipto, Moisés, Judas Maccabaeus o el celebérrimo Messiah (El Mesías), óperas como Almira, Rinaldo o Giulio Cesare y obras instrumentales como la Música acuática o Música para los Reales Fuegos Artificiales han puesto a su autor en el lugar que le corresponden dentro de la historia de la música.
Su primer oratorio, compuesto en su estancia en Italia es Il trionfo del tempo e del disinganno (El triunfo del tiempo y del desengaño) con textos de Benedetto Pamphili. Aunque con apariencia de ópera, se trata de una serie de recitativos, dúos y arias encadenadas entre sí por cuatro personificaciones alegóricas: Bellezza, Piacere, Tempo y Disinganno (Belleza, Placer, Tiempo y Desengaño). El texto es una alegoría sobre la brevedad de la belleza y los placeres mundanos, en la que se desarrolla una discusión entre la Juventud (la Belleza) que comienza junto a Placer y que poco a poco Tiempo y Desengaño la van acercando a la verdad. 



La obra tiene hasta tres versiones. La primera se estrenó en 1707 en Roma bajo la dirección musical de Arcangello Corelli. La última revisión con Händel ya ciego treinta años después, que hacen que éste sea el primer y el último oratorio del compositor.
De toda la obra, la pieza que más reconocimiento tiene es el aria que canta Piacere, Lascia la spina, escrita en tempo de Largo, el más lento de los que se escribe, que recoge entre 40 y 60 pulsaciones por minuto.


Fuente: www.kareol.es


Lascia la Spina está interpretada por la mezzosoprano romana Cecilia Bartoli, una de las grandes divas de nuestros días, incansable especialista e investigadora de la música barroca y belcantista, en una versión interpretada en 1998 en el Teatro Olímpico de Vicenza


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4 comentarios:

  1. ¡Hola Miguel!
    Este post me ha hecho reflexionar y mucho acerca de la intrínseca y siempre retrospectiva relación entre el autor y su obra, esa locución tan observada en análisis literario. En este caso Joseph Kipling no hace alarde de sus inquietudes y contradicciones de manera totalmente explicita, aunque he de reconocer que no he leído nada suyo. Si me baso en las películas que se han adaptado de sus trabajos quizá peque de poco rigurosa al comentar esto, aunque no sé qué efectos tendría el proceso de independencia de la India respecto a sus temores y vicisitudes interiores. Si me puedes orientar al respecto te lo agradecería dándome un poco más de información acerca de sus sentimientos internos respecto de cómo lo vivió él.
    El poema que dedica a su hijo me ha conmovido y me he sentido identificada, proyecta en mí sensaciones indescriptibles. Lo confieso.
    Y la pieza de Händel, Lacia la Spina, escuchada tantas veces, no me cansaré nunca de recrearla en mis oídos. Esta entrada me ha llegado al alma especialmente.
    Un abrazo ;-)

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    1. Hola Marisa
      Ante todo, gracias por tu comentario y por los que sueles hacer habitualmente.
      A mí también me produce una extraña sensación la obra de Kipling. Era enormemente popular (El nuevo Dickens, decían) y sus ideas defendían el honor de los ingleses y el Imperio Británico como potencia mundial, unas ideas que han quedado desfasadas y han condicionado el olvido de su obra después de la I Guerra Mundial en que radicalizó su postura tras el fallecimiento de su hijo. En mí produce una sensación extraña al leer sus novelas y relatos o ver las versiones cinematográficas (sin contar las de Disney que son un mundo aparte) y notar el anacronismo que suponen en estos tiempos.
      En cuanto al poema, tiene la facultad de tocarnos en alguna parte a cada uno de nosotros y sentir que, en cierto modo, va dirigido a nosotros. La grandeza de la buena literatura.
      Lascia la spina es un aria de esas que escuchas y no te deja indiferente, y Cecilia Bartoli es una de las divas que quedan en el mundo de la música, incansable investigadora con una personalidad arrolladora.
      Un abrazo, Marisa :-)

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  2. Hola Miguel.

    En este post has unido dos grandes figuras que tienen en común el hecho de ser considerados pilares de la cultura británica o habiendo nacido ninguno en Gran Bretaña, donde se establecieron después de haber realizado largos periplos por el mundo para ampliar su formación.
    Me, he disfrutado con tranquilidad de este estupendo post.
    Un abrazo :-)

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    1. Hola Javier.
      Gracias por tu comentario.
      En muchas ocasiones no se es de donde se nace, sino de donde se vive y se deja huella y estos dos autores podemos considerarlos ingleses entre los ingleses.
      Un abrazo :-)

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