expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

Fuegos artificiales

Pocas cosas hay que muestren la alegría de las fiestas como los fuegos artificiales. Son innecesarios y superfluos, pero en nuestra cultura representan las ganas de salir a la calle, festejar de forma colectiva y contagiar la alegría.
Pocas fiestas hay que no tengan los fuegos artificiales como uno de sus ingredientes principales, ya sea en forma de tracas, mascletás, cohetes o los llamados castillos de fuegos artificiales que se utilizan para dar inicio o finalizar ferias, semanas grandes, días señalados o incluso la entrada de cada año nuevo.
Hay desde los que son fundamentalmente sonoros hasta los que despliegan su luminosidad en alegres coreografías multicolores, pasando por los que, solitarios, iluminan el cielo nocturno para atraer nuestra atención. 



¿Podríamos vivir sin fuegos artificiales? Evidentemente sí, no son necesarios; si no estamos predispuestos a disfrutarlos son más molestos que agradables; pero tienen esa capacidad de ofrecer un destello de alegría, felicidad y unir desde su altura a quienes los observan.
Con el transcurso del tiempo esa capacidad de convocatoria que atraía a toda la sociedad del lugar se ha ido perdiendo debido a los distintos horarios laborales, la multiplicidad de ideas o ideologías que conviven en el mismo espacio o el desinterés por algunas tradiciones, llegando a perder parte del poder de convocatoria con que los fuegos artificiales contaban en tiempos anteriores.
En la literatura y la música hay obras que son como fuegos artificiales, que tienen esa capacidad de brillar por un momento, producir en el espectador una emoción instantánea, ingeniosa y provocar una agradable sensación de euforia. Te propongo dos muestras de fuegos de artificio de la mano de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna y un brillante y explosivo sexteto de uno de los grandes pirotécnicos de la composición como fue Rossini.



Atribuidas a Ramón Gómez de la Serna, las greguerías son una suerte de anticipo de los actuales twits, una premonición de la red social Twitter en que la comunicación se condensa en torno a los 140 caracteres.
Escribía Gómez de la Serna: "Desde 1910 me dedico a la greguería, que nació aquel día de escepticismo en que cogí todos los ingredientes de mi laboratorio, frasco por frasco, y los mezclé, surgiendo de un precipitado, depuración y disolución radical, la greguería". La fórmula escrita por él mismo es "humorismo + metáfora = greguería".

Así, entendemos por greguerías esos textos breves de una sola frase, semejantes a aforismos, que expresan con agudeza pensamientos humorísticos, filosóficos, poéticos o de cualquier otro tipo. Son pequeñas dosis de ingenio concentrado que aportan una mirada especial, una vuelta de tuerca en el lenguaje y una chispa en la imagen creada.
Es evidente el éxito de estas creaciones desde el momento en que han pasado a formar parte del imaginario colectivo en frases más o menos ingeniosas que recorren las redes sociales o los distintos slogans con que la publicidad o la propaganda nos acompaña.



Tras el éxito de El Barbero de Sevilla y con veinticinco años, Gioacchino Rossini compuso, al parecer ¡en tres semanas!, La Cenerentola, una ópera basada en el cuento de Charles Perrault. El empresario del Teatro Valle, rival del Teatro Argentina, donde se estrenó El barbero le propuso componer una obra para la que se barajó utilizar un libreto escrito por uno de sus libretistas, Gaetano Rossi, aunque finalmente se basó en una obra anterior de Stefano Pavesi, Agatina o la virtud premiada estrenada tres años antes.



La obra fue censurada ya que, a comienzos del XIX las hadas y lo sobrenatural no estaban bien vistos. No hay carroza, ni hada madrina, ni rastro de zapato de cristal. Así, el cuento de Perrault pasó a ser una ópera buffa, una opereta.
Pero el estilo de Rossini aparece en todo su esplendor y la Cenerentola, ossia la bontá in trionfo (La Cenicienta o el triunfo de la bondad) es una afortunada explosión de melodías, una sucesión de fuegos artificiales con la voz.
En el segundo acto, la escena octava es una prueba de esta sucesión de agilidades vocales, destellos, una locura del autor en el sexteto Questo è un nodo avviluppato (Esto es un nudo enmarañado). Rossini, en una especie de tomadura del pelo a los cantantes e incluso a los espectadores, hace detener la acción y presenta una escena con el citado sexteto en el que los intérpretes cantan silabeando el texto, dirigiéndose al espectador, cada uno en un aparte. Es un alarde de explosión sonora, un enredo vocal sobre el enredo argumental que exigen una coordinación exquisita en las idas y venidas del texto, las vueltas que cada uno de los cantantes da al mismo. Si no conociéramos el final de la historia, este sería un momento de esos en los que el autor juega con los espectadores sobre posible el desenlace de la obra. Participan Cenerentola, el príncipe Don Ramiro, Dandini su secretario, el padrastro Don Magnífico y sus hijas Tisbe y Clotilde.




En algunas producciones esta pausa en la acción para dirigirse a los espectadores está tratada de una forma especial. Te propongo dos versiones de este particular sexteto.



La primera es una versión fílmica de 1981 con un especial uso del contraluz y la interpretación de la admirada Federica von Stade (Cenerentola), Claudio Desderi (Dandini), Francisco Araiza (Don Ramiro), Paolo Montarsolo (Don Magnífico), Margherita Giuglielmi y Laura Zannini como las hermanastras, con la orquesta del Teatro Alla Scala de Milán, todos bajo la dirección de Claudio Abbado


El segundo enlace pertenece a una producción que se llevó a cabo en el Liceu de Barcelona en enero de 2008 con Juan Diego Flórez (Don Ramiro) y Joyce di Donato (Cenerentola) en sus papeles principales con David Menéndez (Dandini) y Bruno de Simone (Don Magnífico). Aparte del vestuario y el decorado que mezclan dosis de realismo con otros más fantasiosos, han tenido la humorada de hacer que cada personaje interprete con signos diferentes cada una de sus frases buscando que a los espectadores le sea más fácil seguir qué canta cada quien en cada momento. 



Para finalizar enlazo un vídeo de la película de animación L'Opèra Imaginaire de 1993 en la que se recrea con una mayor libertad este sexteto de Rossini.



Si te gusta... ¡Comparte, comenta, sugiere!

2 comentarios:

  1. Rossini debió divertirse un mundo haciendo lo del nudo enmarañado... ahora representarlo no es tan fácil (como bien dices jejeje) oye no conocía la película de animación L'Opèra Imaginaire (1993) Me gusta la animación, la textura y la coreografía... siempre haces que se descubran cosas Miguel 💖

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Rosa
      El carácter de Rossini daba para eso y mucho más. Su sentido del humor, su afición por la gastronomía y su pereza son legendarios.
      Si quieres conocer L'opera imaginaire compartí la obra completa y está enlazada en la página Ópera en Zapatillas: https://buff.ly/2W80eGd
      Gracias por compartir y comentar.
      Un abrazo :-)

      Eliminar